miércoles, 2 de enero de 2013

LIBRO: En Llamas.


Nadie nos molesta. Hacia el final de la tarde, estoy tumbada con la cabeza en el regazo de
Peeta, haciendo una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo, alegando que está practicando sus nudos. Después de un rato, sus manos se quedan quietas.
― ¿Qué? ― Pregunto.
― Desearía poder congelar este momento, justo aquí, justo ahora, y vivir en él para siempre.
Normalmente este tipo de comentario, el tipo que insinúa su amor inmortal por mí, me hace sentir culpable y horrible. Pero me siento tan cálida y relajada y tan por encima de toda preocupación por un futuro que nunca tendré, que dejo que se escape la palabra:
― Vale.
Puedo oír la sonrisa en su voz.
― ¿Entonces lo permitirás?
― Lo permitiré

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